Batallón 107: Los hombres de Raúl Castro
Corrían los primeros meses del año 1960 y en la medida de su avance se hacían más intensos los enfrentamientos, marchas y clases de infantería a los milicianos en los diferentes asentamientos poblacionales en los territorios de Mir, Maceo y Cristino Naranjo, respectivamente (todos pertenecientes a la actual provincia de Holguín).
A partir de octubre del 60 las prácticas eran diarias en el horario de las cuatro a cinco de la tarde, una vez concluida la jornada laboral y, al decir de los milicianos, era un esfuerzo extraordinario, pues después de ocho horas en las tareas de la agricultura cañera fundamentalmente resultaba un sacrificio recibir entrenamiento militar hasta el anochecer y luego de cumplir con los veinte días en la movilización denominada cambio de Presidente, partieron para Santiago de Cuba a seguir perfeccionando su preparación militar.
En la Escuela Militar de San Pedrito el Batallón permaneció 18 días. Recibieron día y noche, sin apenas descansar, clases de preparación militar, tiro, infantería, táctica y otras que hicieron posible preparar física y militarmente a los 550 milicianos para cualquier misión. La prueba final de esta Escuela era que los milicianos debían pasar por debajo de una alambrada con diversos obstáculos y por encima a una altura prudencial una ametralladora calibre 50 disparando continuamente sobre ellos. Al rebasar estos obstáculos había una zanja con agua y abundante fango y ello completaba el ejercicio.
Cuenta Juanito López, historiador del municipio Cacocum provincia Holguín, quien entrevistó a más de mil de los combatientes, que el día 21 de enero de 1961, en horas de la tarde, en la escuela San Pedrito de Santiago de Cuba, el comandante Raúl Castro Ruz subió en una tarima improvisada y habló a los milicianos allí formados del Batallón 107 Antonio Maceo y al de Buenaventura, respectivamente, de la actual provincia de Holguín,
Entre otras cosas el segundo jefe de la Revolución patrióticamente les expresó:
‘’Hay una situación compleja en las montañas del Escambray, existen muchas bandas de alzados que están combatiendo y han asesinado a un maestro, los alzados pelean. Hablando con Fidel hemos decidido que entre los Batallones que vayan al Escambray estaría el que lleva el glorioso nombre de Antonio Maceo. Ustedes estarán allí hasta que no queden ni retoños (de bandidos), al que le tiemblen las piernas que dé un paso al frente. No van para el paraíso, es una misión peligrosa, muchos no regresarán, el que quiera no tiene que ir, no es obligado”.
Y añadió:
“Ustedes han recibido una gran preparación militar en pocos días, pero con mucha disciplina, al Escambray hay que ir a (eliminar bandidos) y no a que los maten. No deben gastar balas por gusto, las balas son en contra de los bandidos y ustedes tienen que desaparecerlos. Hay que cumplir esa misión que ha sido consultada con el Comandante en Jefe y he venido a transmitírsela. Confiamos en ustedes, en el trabajo operativo que harán en el Escambray. El arma que ustedes tienen en sus manos es la Madre, el Padre, la Novia…”
Una vez que Raúl terminó de hablar, la tropa del 107 estaba enardecida, dispuesta a ir a jugarse el todo por el todo, para limpiar los lomeríos del centro del país de la pandilla de lacras, asesinos y aprovechados que querían destruir la naciente Revolución Cubana; levantando sus fusiles, dieron muestra de patriotismo y felicidad por el espacio que se les había brindado.
EL VIAJE EN TREN
El 22 de enero de 1961, por la tarde y con todo el equipaje militar encima salieron hacia la estación de ferrocarril de Santiago de Cuba para tomar el tren, casillas de cargar azúcar los llevarían al Escambray.
Al tren le dieron vía libre y, solo paró por un accidente ocurrido en la zona de Baraguá, algunos milicianos al llevar los pies colgando fuera de la casilla se le golpearon y fracturaron en un puente de barandas del ferrocarril de dicha zona. Entre ellos los milicianos Ramón Reyes, Julio Guerrero y Bruzón de Mir e Hilario Cañete de Holguín. A una pregunta que hicimos al miliciano Toni Villares nos contestó en tono jocoso “El tren pasó por Maceo a cien Km. de velocidad”.
Y al decir del miliciano Ciro López, tiró una latica con una nota dentro que decía.”Papá estamos bien, vamos pal Escambray”, aquella nota se convirtió en noticia para todos los familiares de los milicianos de la zona de Maceo, pues al menos, se conoció para donde iban los muchachos.
El miliciano Elder Mora Rodríguez, al pasar el tren por Guayacán, en Cristino Naranjo tiró el maletín con algunas pertenencias y un papelito que decía. “A papá, ando bien, no tenga usted problema, voy para el Escambray. (la nota la hizo el miliciano Regino Peña porque Elder era analfabeto). También el miliciano Fidencio Oscar Oliva Hidalgo, al pasar por Cristino lanzó otra nota que decía.” Papá voy para el Escambray a cumplir una misión, después te escribo”.
El día 23 de enero de 1961 llegaron al Escambray, al lugar conocido como Manaca Iznaga y acamparon en un cayo de monte bien tupido, dislocaron al Batallón dentro del monte, establecieron las guardias correspondientes y los abastecieron de agua con pipas, la comida estuvo tarde en la noche.
Esa noche se escuchó un tiroteo cercano al monte donde acamparon, pero no fue de relevancia, no existieron comentarios de importancia.
Al amanecer del 24 de enero de 1961, el Jefe del Bon reunido con la tropa, le dijo: ‘’vamos para la guerra. No podemos quedar mal con Raúl Castro. Recuerden que somos los hombres de Raúl. No se olviden es un compromiso sagrado”. Llegaron alrededor de 20 camiones, dieron la orden de montar y al intentar subir las lomas unos se rompieron y otros no podían subir, por lo que se ordenó continuar a pie en 'fila india' hacia el corazón del Escambray.
El Batallón caminó durante todo ese día 24 loma arriba y loma abajo sin almorzar y, al atardecer, llegaron al lugar conocido por San Juan de Letrán. En la escuelita primaria Julio La Portilla se estableció la Comandancia o Jefatura del Batallón. Al llegar a ese lugar repartieron galletas y latas de sardina. La comida estuvo sobre las once de la noche.
Al día siguiente, se continuó distribuyendo a los milicianos por sus respectivas compañías, pelotones y escuadras, pero, esta vez ocuparon, por escuadra, cada casa de los campesinos que fueron evacuados para realizar la limpia de alzados en el Escambray.
Junto al Batallón 107 Antonio Maceo operaron en el Escambray otros batallones de milicianos como el 108, 110, de milicianos habaneros, pinareños y otros, así como valiosos compañeros con altos grados militares del Ejército Rebelde como Eddy Suñol, Dermidio Escalona, Omar Iser Mojena, Faustino Pérez, Osmani Cienfuegos, y otros altos oficiales.
A LAS FAR Y A LA PRODUCCIÓN

El 9 de abril de 1961, desde los diferentes lugares en que se encontraban los milicianos del Batallón 107, fueron organizando el retorno loma abajo y con mucha disciplina llegaron al lugar conocido por Meller, donde luego de varias horas acampados le dieron la orden de tomar el tren de carga que los trajo hasta Cacocum y, de aquí, en camiones para los talleres del 71 en Holguín, donde fue concentrado el personal y entregadas las armas de combate.
Era el 10 de abril de 1961 y felizmente habían cumplido la misión asignada por el Segundo Jefe de la Revolución Cubana. Así nos relató Enrique González G, y Santo Pupo Sánchez.
Los milicianos disfrutaron de tres días de pase y el 12 de abril de 1961, volvieron a reunirse en el Central Maceo, de nuevo en tren fueron trasladados para la zona de Yerba de Guinea, donde permanecieron unos 15 días atrincherados y recibiendo orientaciones precisas sobre la situación de Playa Girón, sin que fueran movilizados del lugar donde se encontraban atrincherados.
Días después de Girón, los reunieron y explicaron para los que decidieran jurar Bandera y permanecer dos años en la Fuerzas Armadas Revolucionarias, en la División No. 50, en Baraguá. Un numeroso grupo de milicianos aceptó la propuesta y muchos continuaron en las FAR como parte del Ejercito Oriental. Nutrido por esas fuerzas, como oficiales alcanzaron altos grados militares y una linda y ejemplar trayectoria militar. El resto se incorporó a la producción y desde esa trinchera hicieron posible el desarrollo integral de la Revolución y el país, hoy con sobrada razón tienen ese alto honor.
¡Así fueron y serán siempre los heroicos milicianos del Batallón 107 Antonio Maceo!
¡Así siempre serán los milicianos cubanos! Henchidos de orgullo nunca se les olvidará que fueron cumplidores de una tarea encomendada por el héroe cubano, segundo jefe de la Revolución, Jefe del Segundo Frente Oriental, hoy General de Ejercito Raúl Castro.
Brillantes páginas de gloria escribieron nuestros milicianos en los primeros años de la Revolución. Valiosos aportes para consolidar el proceso revolucionario recién iniciado por Fidel con su Ejército Rebelde y el pueblo cubano. Los milicianos del Batallón 107, Antonio Maceo, bautizado también como ‘’los hombres de Raúl Castro’’ no hicieron quedar mal al Segundo Jefe de la de la Revolución.